Instituciones como la Academia de Ciencias de América Latina no son sino lo que sus miembros quieran, y estén dispuestos, que sea. “De ahí que el futuro de la ACAL no debe dejarse solo en manos de quienes han asumido el reto de llevarla adelante, si verdaderamente creemos que la ciencia es un buen mecanismo de integración de Latinoamérica”.

Lo dice y lo que cree fehacientemente Claudio Bifano. Venezolano de corazón y educación, este investigador que navega desde hace algún rato los 80 años, está más activo que nunca. Ya no en su Laboratorio de Química Ambiental en la Universidad Central de Venezuela, sino en los predios donde puede promover y gerenciar la política científica desde la acera de enfrente. En la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales de su país y en la Academia de Ciencias de América Latina, de la cual es presidente.

  “Quienes hemos tomado la responsabilidad de reactivar la ACAL estamos conscientes del significado de este compromiso y estamos tratando, con limitaciones de recursos y también de apoyo de nuestros miembros, de diseñar de la mejor manera que podemos y sabemos, mecanismos de integración de la ciencia latinoamericana que le den más realce y que influyan en el diseño de políticas de ciencia y tecnología que hagan de esta actividad un verdadero factor de desarrollo de nuestras sociedades”.

Por ello piensa que sería ideal que esta tarea, que considera relevante para el futuro de nuestras sociedades, llegue a contar con el mayor compromiso posible de todos los miembros de la Academia de Ciencias de América Latina.

Y ese compromiso se traduce, en primera instancia, en la postulación de nuevos miembros de la ACAL, lo cual se hace anualmente:  un académico presenta, con el respaldo de otro, un candidato. Estas postulaciones son enviadas a todos los académicos que evalúan las credenciales y los posibles aportes que los nominados puedan prestar a la ACAL, luego emiten sus votos aprobatorios o no del candidato.

“Latinoamérica y El Caribe han sufrido desde hace muchos años una fuerte emigración de la cual no han escapado los profesionales de la ciencia. Este valioso capital humano debe ser aprovechado. Por eso la ACAL tiene dos categorías de miembros: los Académicos y los Académicos Correspondientes. Estos últimos son investigadores latinoamericanos que residen fuera de sus países de origen y pueden participar en todos los programas de   la Academia”.

– ¿La ACAL es solo un asunto de investigadores o en ella intervienen también, cómo protagonistas, las universidades, instituciones del Estado y el sector productivo?  ¿Qué mecanismo tendría la ACAL para involucrarlos y por qué se interesarían?

– La ACAL es una Academia de investigadores científicos, pero cada uno de ellos presta sus servicios en una Institución y su desempaño da realce a las universidades e Institutos de investigación donde trabajan, por lo tanto, el que sean reconocidos por sus pares para formar parte de la ACAL es una distinción que favorece directamente a esas instituciones.

Dice Bifano que la aplicación y uso del conocimiento científico son factores fundamentales para la consolidación de las empresas productoras de bienes y servicios, por lo que la participación de profesionales de la ciencia mejora sus capacidades de innovación.  Por otra parte, la generación y el uso del conocimiento científico son materias de interés para el desarrollo social y económico de los países, por lo que debería ser de interés prioritario para los gobiernos.

Con esto queremos insistir en que la ciencia, representada en este caso por los miembros de la ACAL, no solo concierne a los científicos, puesto que toca transversalmente a la formación de profesional, a las universidades, al sector productivo de bienes y servicios en cuanto a su capacidad de innovación y muy significativamente al Estado, a través de políticas para la ciencia que favorezcan el bienestar social.